México es el segundo ecosistema FinTech más importante de América Latina con 334 emprendimientos, muy cerca de Brasil, quien lidera el sector
Las Tecnologías Financieras (Fintech) avanzan a pasos agigantados en América Latina, no sólo por su capacidad de solucionar problemas que habían sido ignorados por la banca tradicional, sino también por su disposición de afrontar los retos que conlleva la constante evolución tecnológica y por la inherente democratización que ha generado en la prestación de los servicios financieros: las Fintech son, en su mayoría, emprendimientos descentralizados con poco capital inicial, a diferencia de los grandes empresas que componen la banca tradicional.
Tal como lo expone el último informe Radar Fintech, el ecosistema mexicano ha crecido un 40% en los últimos 12 meses con el surgimiento de 125 nuevas startups. El sector dominante en el ecosistema es el de pagos y remesas con un 24%, seguido de cerca por las Fintech relacionadas con préstamos y, en tercer lugar, el sector de Gestión de Finanzas Empresariales con un 13% del total de las startups. Además, el ecosistema tiene una de las tasas más bajas de mortalidad de la región (12%), lo cual refleja el paulatino fortalecimiento de la industria.
Sin embargo, la consolidación del ecosistema podría verse limitado por algunos factores políticos, económicos y sociales. Según Héctor Manuel Magaña, investigador del Centro de Investigación en Economía y Negocios del Tecnológico de Monterrey, el bajo índice de bancarización, la desconfianza y las nuevas regulaciones, podrían limitar los alcances y, en consecuencia, los beneficios potenciales a los usuarios.
La baja bancarización, es decir, el bajo nivel de utilización de los servicios bancarios por parte de la sociedad mexicana que llega apenas a un 37%, “es reflejo del alto grado de informalidad de los trabajadores” y por el hecho de que quienes devengan un salario que sea depositado en cuentas bancarias deben declararlo al gobierno federal y pagar impuestos sobre este, lo cual también desincentiva la bancarización, según explicó el investigador. Todo esto limita radicalmente el mercado objetivo que podría tener la industria Fintech.
Por otro lado, México es el único país que ha creado un marco regulatorio para la industria Fintech, mediante la Ley para Regular las Instituciones de Tecnología Financiera que empezó a regir el pasado 10 de septiembre, lo cual plantea un enorme reto para el ecosistema porque, para Magaña, un marco de regulación fuerte podría desincentivar la innovación en el sector, constriñendo así una de sus principales razones de expansión.
Finalmente, la industria Fintech azteca “deberá enfrentarse a la desconfianza de los inversores y usuarios” derivada de los múltiples escándalos financieros que han ocurrido en el país, como los casos de captación de fondos conocidos como ‘esquema de pirámide’ en la cual se prometía una utilidad económica elevada después un lapso de tiempo corto posterior a la inversión pero al final el captador desaparece con el capital invertido. Este es uno de los puntos que busca contrarrestar la nueva ‘Ley Fintech’, pues quienes inviertan en la industria ya tendrán respaldo de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores, encargados de regular toda la actividad bancaria en México.
A pesar de todo esto, la consolidación de las Fintech mexicanas parece no parar, especialmente porque a medida que las Fintech se fortalecen y dinamizan el sector financiero, la relación con la banca tradicional muta: por muchos años se consideraban sectores contrapuestos que competían por la supremacía en la bancarización y demás servicios financieros pero, poco a poco, ambos sectores han entendido que son servicios complementarios el uno al otro. De hecho, el sector de la industria Fintech que más crece en México es el que provee servicios complementarios a la banca tradicional, lo cual confirma la tendencia mundial de sinergia entre la experiencia y capital de uno, con la innovación y dinamismo del otro.