Los economistas americanos fueron anunciados hoy como los ganadores del Premio Nobel de Economía 2018, entregado desde 1969 por el Banco Central Sueco, por sus investigaciones enfocadas a la relación entre innovación tecnológica y cambio climático.
Nodhaus y Romer, académicos de la Universidad de Yale y de la Escuela de Negocios de Stern respectivamente, “diseñaron métodos para analizar algunos de las cuestiones más básicas pero inminentes de nuestros tiempos sobre como crear un desarrollo económico sostenido y sustentable a largo plazo” dijo la Real Academia Sueca en la premiación.
"It is entirely possible for humans to produce less carbon… Once we start to try to reduce carbon emissions, we’ll be surprised that it wasn’t as hard as we anticipated," says Paul Romer at the press conference announcing his Prize in Economic Sciences. #NobelPrize
— The Nobel Prize (@NobelPrize) October 8, 2018
Romer, quien es conocido por sus investigaciones enfocadas a la acumulación de ideas y al capital humano como factores de crecimiento económico y desarrollo, manifestó que “el problema es que muchas personas creen que pensar en un desarrollo sostenible es costoso y por eso lo ignoran” pero qué “se pueden garantizar un grado alto de progreso protegiendo el medio ambiente sin tener que renunciar al crecimiento sostenido”.
Mientra tanto, Nordhaus fue la primera persona en diseñar un modelo cuantitativo para analizar la relación entre la economía y el cambio climático, la cual está siendo aplicada en todo el mundo para evaluar los efectos de diferentes propuestas económicas como la del impuesto al carbono.
Ambos destacan por que sus propuestas académicas han sido aplicadas de manera exitosa en el campo de las políticas públicas.
La cuestión será, desde una perspectiva de la política económica global, si el haber otorgado este premio a investigadores que se enfocan en el cambio climático logrará volver a encaminar los esfuerzos globales hacia un desarrollo sostenible, una postura contraria a la del gobierno de Donald Trump, quien retiró a Estados Unidos de los Acuerdos de París en 2017 y ha eliminado regulaciones relacionadas con la protección del medio ambiente.